¡Qué pena que no haya guerra! ¡Con lo bonito que es eso...!
Obusitos y granadas, pepinazos y morteros. La gente se pone pálida, a base de mucho miedo.
¡Qué pena que no haya guerra! ¡Con lo bonito que es eso...!
La paz es cosa de gordos y de gente con dinero. Y de repente, del cielo empiezan a llover bombas como si fueran murciélagos y una va y mata a tu padre y otra va y mata al cartero y otra destruye ese sitio donde se cobran los impuestos.
¡Qué pena que no haya guerra! ¡ Con lo bonito que es eso... !
¿Hay cosa más bella que un montoncito de muertos con sus sesitos deshechos, con sus ojitos saltones, con sus zapatitos negros, con su charquito alfombrado, con su blusita al viento, con su falda plegadita y su clavel en el pelo? El que es avaricioso y tiene gustos deshonestos y esté cansado del futbol, del cine, de la radio, de los toros y sus toreros. Cuando hay guerra en el mundo lo pasa el tío de miedo.
¡Qué pena que no haya guerra! ¡Con lo bonito que es eso...!
Las guerras comienzan por: ¡Yo, no pienso lo mismo que tú!, ¡Tú no piensas lo mismo que yo!. Yo no quiero lo que tú tienes pero no quiero que tú lo tengas. ¡Amigos somos si me das!, ¡Enemigo eres si tienes!.
Batallas, invasiones, retiradas y ataques, derrotas y victorias... ¡que desazón, que desazón! ¡Que follón! ¡que follón! En la batalla, todo, incluso la esperanza, escasea. Las balas disparos al alma. Casas solas y derruidas. Mujeres, mujercitas, niñas niñitas. ¿Y tú, y yo?, ¿Si todavía estamos vivos? Puede que tal vez, puede que sí, puede que no, ¡No puedo!, ¡no puedo!, ¡no puedo!, de verdad que no puedo. En las guerras, te cogen y te reclutan. Y sin costarte ni un duro te mandan a una trinchera después de cortarte el pelo. Te entregan un mosquetón con cartuchos, que es lo bueno, y te dejan tirar tiros y matar muchos sujetos, y claro está, ellos ponen las bombas y nosotros ponemos los muertos.
¡Qué pena que haya guerra! ¡Con lo terrible que es eso... !
